La ciudad romana de Pompeya fue sepultada por las cenizas lanzadas en la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d. C. Para la arqueología y la historia mundial esta tragedia dejó una especie de "foto congelada" del mundo romano. El cataclismo preservó en el tiempo diferentes objetos de la vida cotidiana, frescos, dibujos, cuerpos, alimentos y los más pequeños detalles de las realidades romanas de entonces. Los especialistas afirman que es una de las mayores fuentes directas para conocer cómo era la vida diaria en la Antigua Roma.
Los grafitis intactos de Pompeya nos muestran humor, política, amor y vida social que permiten entender la mentalidad, valores y contradicciones de una de las primeras grandes civilizaciones europeas. La fragilidad de las civilizaciones. Seguramente, es también un recuerdo de la fragilidad de nuestros mundos y un ejemplo de cómo, mientras resolvemos nuestras "importantes" cosas cotidianas, todo lo que parece eterno e inamovible puede borrarse en cuestión de minutos.
'El último día de Pompeya' fue el nombre de la conferencia científico-histórica del destacado arqueólogo ruso Alexánder Butiaguin, con la que recorrió algunas capitales europeas en los primeros días de diciembre del presente año, para compartir su conocimiento con todos los interesados en la historia.
El formato incluía una conferencia, seguida de una sesión de preguntas y respuestas, así como la oportunidad de conversar con el orador. El 1 de diciembre el evento se realizó en Praga, el 2 de diciembre en Ámsterdam y antes de partir a Belgrado, donde lo esperaban para el 5 de diciembre, Alexánder Butiaguin fue a compartir su charla con los polacos, llegó el 4 de diciembre a Varsovia, donde de inmediato fue detenido por las autoridades.
De las fuentes oficiales se sabe que el arresto se produjo a petición de Ucrania, ya que el científico ruso es acusado por el régimen de Kiev, de "destruir el patrimonio cultural" durante las excavaciones arqueológicas en Crimea. Los medios locales informaron que él se negó a declarar y el tribunal de Varsovia decidió su arresto por 40 días, donde se espera una solicitud formal de Kiev para su extradición.
Alexánder Butiaguin es uno de los más reconocidos especialistas en la historia de Grecia Antigua en Rusia. Es el jefe del departamento de Arqueología Antigua de la Región Norte del Mar Negro del Museo Estatal de Hermitage, es secretario Ejecutivo de la Comisión Arqueológica del Hermitage, jefe de varias importantes expediciones arqueológicas y profesor de la Universidad Estatal de San Petersburgo. Varias autoridades rusas reaccionaron con indignación, ofrecieron su total apoyo y se comprometieron a hacer todo lo necesario para la pronta liberación de su ciudadano.
El vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, declaró que la Polonia de ahora "no es el lugar más adecuado para los viajes de los rusos" debido a la postura fanática antirrusa de Varsovia
En esta historia, como en la mayoría de otras que se tejen en Occidente alrededor de Ucrania, falta lo esencial: el contexto. Algo que parece importar muy poco a los que entre Kiev y Varsovia están celebrando la detención de Butiaguin, una persona que la mayor parte de su vida científica dedicó a la investigación de Mirmecio, una antigua colonia griega perteneciente al reino del Bósforo y ubicada en la península de Kerch en Crimea. No sería exageración alguna afirmar que nadie en el mundo moderno sabe más de los asentamientos griegos en la costa norte del mar Negro que Alexánder Butiaguin.

Las ruinas de la ciudad de Mirmecio han sido excavadas por arqueólogos de San Petersburgo durante casi 100 años. Sus trabajos se iniciaron durante los tiempos soviéticos, continuaron cuando Ucrania se independizó y siguieron después del golpe de Estado del Maidán en 2014.
Al principio fue una expedición del Instituto de Historia de Cultura Material, y luego del Hermitage. Ucrania, en su momento, concedió todos los permisos y aceptó todos los hallazgos arqueológicos. Esta expedición siempre se realizó con científicos de San Petersburgo, así se dio históricamente y los investigadores trabajaron no para Rusia o Ucrania, sino para el conocimiento universal de nuestra historia, convencidos de que la verdadera ciencia no tiene fronteras.
Alexánder Butiaguin nació en 1971 en San Petersburgo, cuando esta ciudad todavía se llamaba Leningrado. En 1993, se graduó con honores de la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de San Petersburgo, habiendo defendido su tesis sobre Mirmecio. Y desde 1999 ha estado a cargo del trabajo de la expedición arqueológica de Mirmecio. Después de la unificación de Crimea a Rusia, él continuó realizando excavaciones en la península.
En 2024, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) en ausencia acusó al arqueólogo, bajo el Artículo 298, parte 4, del Código Penal del país, de hacer "Obras de búsqueda ilegales en un sitio del patrimonio arqueológico, destrucción o daño a objetos del patrimonio cultural". Al mismo tiempo, el SBU declaró que tenía la intención de incluir al señor Butiaguin en la lista internacional de buscados por "saqueador del patrimonio cultural ucraniano".
Mirmecio es un lugar muy importante. Esta ciudad del reino del Bósforo se ha conservado bastante bien, gracias a que no se construyó en épocas posteriores. El reino del Bósforo es un fenómeno muy interesante, siendo el primer reino griego formado fuera de Grecia. Aquí, en un solo Estado, los griegos coexistían con los habitantes locales: los sindios, los meotas, los escitas... Un lugar importante para la investigación, que arroja luz sobre la historia de estas tierras, la Antigua Grecia y las relaciones entre los diferentes pueblos. Todos los hallazgos realizados por la expedición de San Petersburgo, tanto hace 20 años como ahora, permanecen en Crimea, en el museo de Kerch. Butiaguin no sacó de allí ni una sola pieza y el famoso tesoro de Mirmecio que encontró permanece en Crimea, cerca del lugar de su hallazgo, al igual que todos los demás que encontraron los arqueólogos.

Las acusaciones legales que se le imputan a Alexánder Butiaguin fueron creadas para castigar a los excavadores ilegales que saquean monumentos para vender antigüedades. En el caso de Butiaguin, es todo lo contrario, pues bajo su dirección se realizaron trabajos de conservación y preservación de monumentos, que son patrimonios de la humanidad entera. Si lo extraditan a Ucrania, le espera una pena de cárcel de hasta 10 años.
Es bastante evidente que la única intención de las autoridades de Kiev es demostrarle a Rusia quién manda en Crimea. Además del afán del Gobierno polaco por demostrarle a sus dueños ingleses su inquebrantable compromiso rusófobo.
Siguiendo esta misma lógica, cualquier persona que haya hecho algo en Crimea sin permiso de Kiev, desde que la península llegó a ser parte de Rusia, es un potencial delincuente que podría ser enjuiciado y encarcelado.
Especialmente patético resulta esto, al lado del total abandono de cualquier investigación científica o arqueológica por parte del actual poder ucraniano, centrado en destruir la memoria histórica de su pueblo y que convirtió su trabajo ideológico en una fábrica de mitos antirrusos y anticomunistas.
Y si a Alexánder Butiaguin la nueva justicia europea lo halla culpable, ¿qué habría que hacer entonces con los científicos británicos, franceses, belgas, alemanes, portugueses y españoles que han ayudado a llenar los museos de Europa con los tesoros arqueológicos de otros pueblos? Espero que la comunidad científica mundial haga algo para defender a su colega Alexánder Butiaguin de la locura política, que promete ser mucho más destructiva para Europa que cualquier Vesubio de antaño.

